Alabanza

& adoración

JESÚS ES EL CENTRO DE NUESTRA ADORACIÓN

Nuestra misión es que tú puedas entrar en la preciosa Presencia de Dios y que experimentes una verdadera intimidad con Él, donde tu vida va a ser trasformada.

¿Qué es Alabanza?

La alabanza es una expresión de gratitud sincera y acción de gracias a Dios por todo lo que Él ha hecho por nosotros. Es una expresión física y vocal de nuestro sincero aprecio por Dios debido a todas las maravillosas bendiciones que nos ha dado.

¿Qué es la Adoración?

La adoración es la forma más alta de alabanza. Yendo más allá del pensar en todas Sus bendiciones maravillosas, estamos expresando nuestra admiración y aclamando a Dios mismo por Su persona, carácter, atributos y perfección. Estamos ministrando a Dios por ser quien es y no sólo por lo que Él ha hecho por nosotros.

¿CUÁL ES LA ADORACIÓN VERDADERA?

En Espíritu: Sólo podemos dar verdadera adoración a Dios a partir de nuestros espíritus. Adorar en espíritu es adorar de todo corazón. El adorar en espíritu también significa adorar a partir de nuestro espíritu por el poder del Espíritu Santo.

Juan 4:24 “Dios es espíritu; y es necesario que los que le adoran, le adoren en espíritu y en verdad.”

• En Verdad: Adorar en verdad es adorar y permitir que el Señor escudriñe las profundidades internas de nuestro corazón.

Proverbios 20:27 “Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, la cual escudriña lo más recóndito del ser.”

• Limpiémonos: Como no podemos adorar a Dios en la carne, es importante que nos limpiemos de todo pensamiento carnal y maldad, para que nuestro espíritu pueda adorar a Dios por Su Espíritu.

Colosenses 3:5 “Por lo tanto, haced morir lo terrenal en vuestros miembros: fornicación, impureza, bajas ..pasiones, malos deseos y la avaricia, que es idolatría.”

POR QUÉ PRIMERO ALABAMOS Y LUEGO ADORAMOS

Así como los sacerdotes Aarónicos entraban diariamente dentro del Tabernáculo de Moisés y después dentro del Templo de Salomón, hoy, nosotros como creyentes/sacerdotes debemos entrar diariamente a Su presencia.

El Tabernáculo de Moisés consistía de puertas que conducían hacia los atrios. Todos los Creyentes podían entrar a los atrios. Los sacerdotes pasaban por los atrios para ministrar al Señor en el Lugar Santo. Una vez al año, el Sumo Sacerdote entraba al Lugar Santísimo que contenía el Arca del Pacto.

El Lugar Santísimo era la contraparte terrenal de la habitación del trono Celestial de Dios. El Arca, la cual estaba cubierta con el Propiciatorio, era el lugar terrenal, modelo del trono de Dios.

Estar en el Lugar Santísimo era estar ante la misma Presencia de Dios. El momento en que Jesús murió en la cruz, el velo que hacía la separación entre el hombre y Dios, fue rasgado sobrenaturalmente de arriba a abajo. Desde ese momento, el hombre ya no tiene que estar separado de Dios por el pecado. Los pecados del hombre pueden ser perdonados. Ahora, hombres y mujeres pueden entrar confiadamente en la Presencia de Dios.

Así como había un proceso en la entrada de los sacerdotes del Antiguo Testamento, hay un proceso de entrada hoy día. Cuando nos reunimos, se requiere de un acto de obediencia de nuestra parte. Dios desea que entremos en Su presencia, pero nosotros debemos tomar la iniciativa para lograrlo.

Primero David nos instruye diciendo:

Salmo 100:4  “Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre.”

Debemos entrar por sus puertas con acción de gracias. No podemos entrar por sus puertas con corazones desagradecidos. Nuestras primeras canciones conforme estamos entrando en alabanza deben expresar nuestra acción de gracias sincera al Señor. Cuando entramos a través de las puertas, llegamos al atrio (Se nos instruye alabar en los atrios antes de entrar al Lugar Santísimo, que es el lugar más íntimo donde hay un tiempo de adoración.) Aquí, alegremente entramos con canto, música, aplausos, manos levantadas, y a menudo danzando ante el Señor para expresar nuestra alabanza.

Mientras permanecemos en los atrios de alabanza, empezamos a sentir un impulso dentro de nuestro espíritu, para acercarnos más a Dios. Lentamente, nos sobrecogemos al considerar quién es Él. Empezamos a entrar en una forma superior de alabanza. Entramos a los atrios interiores, dentro del Lugar Santo, en adoración. Repentinamente, ya no estamos danzando o aplaudiendo con nuestras manos. Nos hacemos tan conscientes de la Presencia de Dios que nuestras manos comienzan a levantarse hacia Él en una reverencia imponente. La música es más suave, lo que es apropiado para el momento. La santidad de la Presencia de Dios es casi abrumadora.

A medida que continuamos acercándonos, puede ser que lágrimas rueden por nuestras mejillas. Algunas veces lo único que podemos hacer es dejar de tocar y cantar y permanecer en silencio en Su Santa Presencia. Nos olvidamos de aquellos que nos rodean. Estamos totalmente conscientes de Dios. Estamos parados en Su Presencia, perdidos en su amor. Casi sin darnos cuenta, hemos entrado, así como el Sumo Sacerdote, dentro del velo. Nos encontramos dentro del Lugar Santísimo. Estamos en la íntima Presencia de Dios. La unción y poder son indescriptibles. Muchos se arrodillarán o se postrarán delante de Él. Algunos quizá estarán desvanecidos en el Espíritu.

Debemos continuar acercándonos a Dios. El desea estar en intimidad con Su iglesia. Pero, debemos acercarnos más y más, hasta que estemos totalmente en unidad con Él. ¡Cómo desea Dios estos momentos de intimidad con cada uno de nosotros! Nuestros corazones deben estar dispuestos, sometidos y anhelar continuamente estos preciosos, santos e indescriptibles momentos de adoración verdadera. Una vez que hemos entrado, no debemos retirarnos de Su presencia. Debemos sostenernos y permanecer. A medida que lo hagamos, nuestras vidas serán cambiadas. Somos abrazados tan cercanamente, que una impresión indeleble de Su carácter se efectúa en nuestros espíritus.

Cuanto más tiempo pasemos totalmente en su presencia, en total intimidad con Él, más serán conformados nuestros espíritus a su imagen, más serán nuestras vidas cambiadas a la imagen de su Hijo Jesús, más llegaremos a ser como Él. Es aquí donde está el nivel más alto de comunión. Es aquí donde podemos escucharlo claramente. El deseo profundo de nuestro corazón debe ser como el de David cuando escribió: Salmo 42:1,2 “Como ansía el venado las corrientes de las aguas, así te ansía a ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo iré para presentarme delante de Dios?” 

Fue el Rey David quien trajo de retorno el Arca a Jerusalén después que había sido capturada. David era un hombre conforme al corazón de Dios y alguien que buscó continuamente Su Presencia. Por cuarenta años, hasta que fue construido el Templo de Salomón, el Arca, representando la Presencia de Dios, permaneció en el Tabernáculo de David. No había velo que separara al hombre de Dios. El Arca estaba a la vista de todos los adoradores. Los únicos sacrificios en el tabernáculo de David fueron los sacrificios continuos de alabanza a Dios.

El tabernáculo de David se ha convertido en el patrón de adoración para la Iglesia de hoy. En Hechos, Jacobo se refirió a Amós 9:11,12 cuando escribió: “Después de esto volveré Y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; Y repararé sus ruinas, Y lo volveré a levantar, Para que el resto de los hombres busque al Señor, Y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre, dor de las uvas al que lleve la simiente; y los montes destilarán mosto, y todos los collados se derretirán.”